Victoria tras tres años de batalla contra las licencias de 50 cocinas fantasma

Victoria tras tres años de batalla contra las licencias de 50 cocinas fantasma

Han sido tres años de gritos ahogados, de vecinos escribiendo cartas que nadie leía y de reclamaciones sepultadas en los cajones de una administración sorda. Pero el martillo de la justicia ha golpeado la mesa. Y esta vez, con fuerza. El Juzgado de lo Contencioso-Administrativo nº 8 de Madrid ha dejado sin efecto las licencias de actividad concedidas por el Ayuntamiento a nada menos que 50 cocinas fantasma, diseminadas en dos naves industriales en el corazón de los distritos de Chamartín y Centro.

Lo que empezó en 2020 como una oleada silenciosa de negocios de restauración sin presencia de comedor —ni rastro de manteles, camareros o sobremesas—, se convirtió con el paso de los meses en una molestia diaria: olores, ruidos, residuos, circulación de motos de reparto, pérdida de intimidad y sensación de inseguridad. El vecindario de las calles Imperial, 6 y Canillas, 18 ha vivido una auténtica odisea, peleando con uñas, recursos judiciales y manifestaciones en busca de una respuesta.

La trastienda del ‘delivery’: licencias concedidas sin control ambiental

La sentencia, fechada el 12 de septiembre, no deja espacio a interpretaciones: el Ayuntamiento omitió la evaluación ambiental obligatoria, esencial en proyectos de esta envergadura. En Canillas se instalaron 38 cocinas industriales; en Imperial, otras 12. En ambas manzanas, rodeadas de edificios residenciales —con más de 500 viviendas entre ambas—, se permitió operar sin medir el impacto real.

El fallo judicial subraya que “la totalidad del proyecto de obras y de actividad concernido debió someterse al procedimiento de evaluación ambiental”. Y si se hubiese hecho bien, esas licencias probablemente no habrían visto la luz.

Pero no todo se reduce a permisos. También importa —y mucho— el cumplimiento de las normativas de higiene y seguridad alimentaria. Aquí entra en juego un aspecto muchas veces ignorado: el mobiliario de hostelería adecuado, como las mesas inox, imprescindibles para superar las inspecciones sanitarias, obtener licencias y trabajar conforme a la legislación vigente.

¿Qué es una cocina fantasma y por qué genera tantos conflictos?

Una cocina fantasma —también llamada dark kitchen o cocina virtual— no es otra cosa que un espacio de producción de comida sin atención directa al público. Se cocina, se envasa y se entrega mediante plataformas de reparto. El problema no es el concepto en sí, sino su ejecución. En muchos casos, estas cocinas operan en edificios residenciales, con escasa insonorización, mala ventilación y carencia de planificación urbanística.

Los informes periciales presentados ante el juzgado son demoledores. En Canillas, por ejemplo, cada jornada podía llegar a producir hasta 2.736 platos. Con ello, el vecindario se ha visto afectado por problemas de residuos, olores, ruido, movilidad y aparcamiento.

La ausencia de control también se ha manifestado en los propios espacios de trabajo. Las cocinas fantasma no siempre cuentan con la infraestructura necesaria para operar de forma legal. Las mesas de acero inoxidable para industria alimentaria son un requisito básico para garantizar la limpieza, facilitar la desinfección y evitar sanciones. Muchas no las tenían, lo que compromete la seguridad alimentaria.

La otra cara de la moneda: las multas y el coste de la negligencia

En este contexto, la justicia ha hablado. Pero ¿qué ocurre si no se cumple con los requisitos legales? Las sanciones pueden ser demoledoras. No contar con la licencia de apertura o de actividad adecuada no es una anécdota: es motivo de cierre inmediato y de multa por no tener licencia. El riesgo no solo afecta a las cocinas, sino a bares, restaurantes y cualquier negocio de hostelería.

Vecinos como Alfonso De Celis no lo olvidan. “Vivir encima de 38 cocinas no es seguro. Contamos hasta 40 motos en la acera. Basura, colillas, gritos… y niños intentando dormir”. Asegura que desde las 8 de la mañana hasta las 2 de la madrugada, el trajín es constante. Camiones de reparto, olores de freidoras, motores, pitidos, discusiones.

Lo mismo ocurre en la calle Imperial. Esther Lomas relata que sus ventanas dan directamente a chimeneas que escupen humo aceitoso. “Hemos gastado más de 35.000 euros en abogados. De nuestros bolsillos. Y no hay garantía de que lo recuperemos”, sentencia con voz rota.

Una batalla que aún no termina… pero huele a final

Las sentencias son una victoria, sí, pero aún no definitiva. El Ayuntamiento tiene margen para recurrir. Y mientras tanto, las cocinas siguen funcionando. No sería la primera vez que una resolución se eterniza en los pasillos de lo administrativo, como ya ocurrió con las cocinas de la calle Imperial, número 8, el año pasado.

En 2022, se vivió otro precedente clave. Las cocinas situadas en la calle Alejandro Ferrant, puerta con puerta con el colegio Miguel de Unamuno, fueron clausuradas tras la presión vecinal y la sentencia judicial. En aquel caso, el Ayuntamiento también intentó recurrir, sin éxito.

El mobiliario de hostelería: eje clave para un futuro legal

Este episodio marca un antes y un después. Porque ya no basta con tener una idea de negocio rentable. En la hostelería —incluso en su versión digital—, el marco normativo es inflexible. Las cocinas deben contar con salidas de humos, insonorización adecuada y, sobre todo, mobiliario homologado como mesas de acero inoxidable, estanterías anti-humedad, vitrinas protegidas, superficies lavables, etc.

Equiparse correctamente no es un gasto, es una inversión que evita sanciones, cierres, y conflictos vecinales. Cada mueble, cada mesa, cada detalle debe estar pensado para cumplir las exigencias del reglamento sanitario y del código técnico de edificación. Una cocina sin acero inoxidable es, directamente, una cocina sin licencia.

La batalla contra las cocinas fantasma no es contra el modelo, sino contra la negligencia. Y ese es el verdadero triunfo: haber puesto en evidencia que la legalidad también se cocina en acero.